lunes, 2 de agosto de 2010
jueves, 20 de mayo de 2010
lunes, 10 de mayo de 2010
PRIMAVERA: ¿Y POR QUÉ NO EN MIS MANOS?
Cuando ilumines mi rostro,arco iris, píntalo
con la paleta del sueño
y de la imaginación.
Píntame de mil colores,
pero del negro, ya no;
que sin color ya me hiciste
y dejé de ser canción.
Deja que brille de nuevo
y llegue hasta el corazón
donde el verso suene verde
de esperanza e ilusión.
Deja que sea amarillo
si las notas son de amor,
rojo si apasionadas,
rosas si sueños son.
Deja que fluya en colores,
de mis labios, la razón
y no me la pintes del negro
de la tristeza, ya no...
...que se morirán mis sueños
y no entonaré canción.
viernes, 7 de mayo de 2010
MUJER CON PÁJAROS EN LA CABEZA
La verdad es que he disfrutado como un enano haciéndolo. Al natural es una gozada apreciando las diversas texturas aplicadas en pómulos, ropa, frente y fondo... Seguiré probando por este camino, seguro."
martes, 4 de mayo de 2010
EL OLOR DE LAS ADELFAS
Ciento veinte, velocidad de crucero.
Helga y Beatriz juguetean por detrás. Una breve mirada al espejo retrovisor las delata ensimismadas con sus Barbies Tentación y Aeróbic.
Rosa se adormece, relajada ya del trajín de los prolegómenos. Es “demasiao”, me había dicho, prepara ropas para los cuatro, lavados y plancha de última hora, cómete la cabeza no te vayas a dejar nada, y las niñas... Que si Bea esto, que si Helga lo otro... Guerra a tope, como si no tuviese bastante. Vamos, que podías habértelas bajado al parque. Una manita ¿no?, que menos que una manita... Porque, vamos a ver: ¿Dónde estaba el caballero?... Pues en el bar, el señor jugaba al mus con los amigotes. ¡Ancha es Castilla! Qué estrés chico, ¡qué asco!
Pero mi Rosa es un hacha, ¡cuánto vale la “jodía”! Todo preparado y dispuesto en tiempo récord y en apenas dos maletas, las hamacas, la sombrilla, el capazo para la playa, cacharritos para las nenas, ese saltito de cama que tanto me pone, el tanguita y... ¿Mis walkman?.
Con el rabillo del ojo la detecto relajada y sonriente, ajena ya al ajetreo; se le nota distendida y, por qué no, feliz. Cabecea rítmicamente al compás de “Aserejé”, cuya melodía suena por cuarta vez en los últimos quince kilómetros, pero su mente debe andar unos cuantos cientos mas adelante, a la orilla de la mar, sobre la arena, sin más preocupación que tenderse vuelta y vuelta abandonada en los brazos del Lorenzo..., en su tierra prometida por los próximos quince días.
Cielo, ¿pusiste el radiocasete portátil?
Vaya pregunta más tonta, pues claro que lo puso. Mi nena está en todo y sabe que yo no me puedo dormir sin “el García”.
Tengamos la fiesta en paz, ¿es qué no puedes olvidarte del fútbol ni aún en las vacaciones?...
Pues no, que no lo puso... Cuando lleguemos me compro otro y digital, ¡ya que nos ponemos!, pero sin discutir con ella ¿eh?, que no estoy yo para discutir por tonterías y menos estando de vacaciones. Total ya sé como acabará la cosa..., ¿qué quiero marcha?, pues hala, ¡me lo monto con García!
A mi izquierda las adelfas. Adelfas de a ciento veinte, velocidad de crucero, cruzándose vertiginosas, mostrando precipitadas sus amorfos perfiles en coloristas jirones de tardías primaveras, blancos y rojos.
Capadas adelfas de ventanillas cerradas y aire acondicionado, agazapadas en la mediana, configurando el muro delimitador y fronterizo que se yergue entre los que van y los que vamos.
¡Helga me está dando patadas!
Cielos..., treinta y cinco. Sólo treinta y cinco kilómetros de tranquilidad y aún quedan setecientos veinte para el Benidorm ése.
Niñas, por Dios, ¡que está durmiendo vuestra madre!
Es que Bea tiró del pelo a mi Barbie y le ha hecho mucho daño. Mucho, mucho...
Mentira, es ella. ¡Además me ha pegado un moco!
¡Niñas, vale ya!, no molestéis a vuestro padre que tiene que conducir.
Orden y sosiego, paz..., quizá durante otros treinta y cinco.
Eunucas e inodoras rosas, adelfas sin pituitaria de cantos inadvertidos a la pauta intermitente de la maniobra veloz. Adelfas de a ciento cuarenta, como si nada.
Me dijo la Puri que los negros la tienen muy larga.
¿Cómo?
Pues eso, que tiene una amiga que vive arrejuntada con uno y dice que hasta da miedo y todo con semejante cacharro..., y encima tan negro.
¿Y a qué viene eso ahora?...
Es que no hablas nada chico, vaya muermo...
¿Cómo quieres que hable si tengo que ir pendiente del tráfico?
Hablar y conducir... Dos cosas a la vez, ¡vaya complejidad! Nada, nada, tú a lo tuyo que estamos de vacaciones... Aserejé – je – de qué...
Y van quince. Temo que hasta aprenderé la letra. Alarma: Helga y Bea ni resuellan. El vistazo al retrovisor me saca de dudas. Míralas, si parecen angelitos así, tan quietecitas con los ojillos cerrados... ¡ay, si aguantaran así unas horitas!
Urgentes adelfas ahora, las del a ciento sesenta en línea recta, que se perciben rosadas, confundidas unas con otras.
Tensas y breves adelfas de corazón en un puño, las sucesivas al ruido. Adelfas de reventón.
Desbocados los caballos. De lado a lado, por sorpresa y sin control. Los ojos desorbitados de Rosa que se agarra con todas sus uñas a mi antebrazo. Volante a derecha e izquierda, que vi hacerlo a Carlos Sainz con aparente talante. Chillan las niñas desde el espejo retrovisor.
Musicales y con badajo las adelfas de campana, las que pasan bajo el vuelo incontrolado. Confundidas, misteriosas adelfas de la incertidumbre.
La primera vuelta interminable. Sin control de la situación. Un vistazo al retrovisor para comprobar que las niñas, aún asustadas, siguen ahí gracias a Dios. Vista al frente, nuevo intento de dominio y el horror de los que van, que ya no van, si no que vienen.
Pálida adelfa del miedo.
Vuelta segunda. Helga no aparece en los límites del retrovisor. Rosa sangra por la frente. Bea llora agarradita a su cinturón.
Sorda adelfa la de la impotencia, vil e inmisericorde.
Vuelta tercera. Atravieso el parabrisas aturdido y deshecho. Consciente aún para comprobar el impacto terrible, brutal contra el asfalto. Y la explosión cegadora e hiriente. No veo a Rosa, Bea dejó de llorar...
Irreversible, definitiva, tremenda, contundente adelfa del impacto final.
De repente las encarnadas adelfas monocromáticas te envuelven con su aroma áspero y dulzón, para descubrirte bajo el rotativo anaranjado y ruidoso, que transita por la senda de las adelfas del a ciento ochenta o más, aunque de esto ya no puedes darte cuenta.
Adelfas ralentizadas en el recuerdo, vagas ahora, que transcurren sordas y a cámara lenta por los repasos postreros.
Adelfas con brazos las que te sujetan con fuerza. Adelfas de bata verde, que cortan el cordón umbilical que te une al desconcierto de un paraje oscuro e incierto, del que no obstante, brotan los ecos del Aserejé entonado por Rosa y el inconsolable sollozo de Bea.
Adelfas de carmín y jeringuilla. Adelfas de bata blanca y de cambio postural. Adelfas de recuperación rehabilitada, eternas adelfas del coma con aromas reposados. Adelfas que perduran en el recuerdo malparado, con ese olor áspero y..., ¿Helga?
¡Helga!
Sí, papá.
Vamos a casa hija, refresca un poco ya.
Y Helga, que salió despedida y milagrosamente intacta de aquel día maldito, acomoda mis pies reposados y deposita un beso en mi frente.
Sí papá, hace ya un poco de frío, vámonos.
Y tras de mí empuja la silla que me contiene, sin medianas que atravesar y con la vida por delante.
...adelfas del dolor, ésas sí, con todo su aroma.
© Miguel Veiga /20032002
lunes, 3 de mayo de 2010
TRÁNSITOS
"Cuando en el otoño de 2004 presenté "Tránsitos" en la AFR, no podía imaginar el éxito y aceptación que iba a tener ni tampoco que estaba asistiendo, seguramente, al audiovisual más creativo de los que hasta la fecha he realizado."
* TRÚA: s, m, amer. Borrachera.
"Fue durante la trúa.
Absorto en las espirales de su caricia irreal me entregué al abrazo cálido de su aroma impreso de libertad.
Sucumbí al vaivén de sus caderas y anduve preso de su dulce cópula.
Fue entonces, durante la desbocada ingravidez de esta entrega, cuando acerté a fotografias su música."
* TROPO: s, m, rest. Figura que consiste en modificar el sentido propio para emplearlo como sentido figurado.
"A menudo queda el hombre al resguardo del escudo de su propia inexpresión, confirmando así la inmensidad de su insignificancia.
Queda patente, con la desnudez del tropo, el reflejo de sus actos: Su verdad. Burda e irreal metáfora con la que viste de sentido su existencia."
* TRUCA: s, f, cinem. Máquina de efectos especiales, sonoros y ópticos, usada en cine y televisión.
"Presencié las imágenes, emulando al propio Daniel, conforme iban saliendo de la truca.
Vestida con estas prendas la realidad te desborda, sobrevenida a modo de adivinanza, como si el destino fuese la imagen velada de una incertidumbre.
Afortunadamente quedan maestros capaces de enseñarte a mirar a través de un caleidoscopio."
Audiovisual proyectado en la AFR en Octubre de 2004.
Duración 13,33 minutos.
domingo, 2 de mayo de 2010
RIMMEL
Fotografía: Femenino y singular.
La fotografía nunca sale a la calle sin arreglar;
configurar su aspecto puede ser cuestión de horas,
a menudo multiples capas maquillan su orografía
pero otras veces sin embargo se aderezan con un poco de...
...RIMMEL.
Audiovisual proyectado en la AFR.
Duración 14,53 minutos.
miércoles, 21 de abril de 2010
INUSUAL PRIMAVERA
Como quiera que las noches llegan ahora calurosas toda vez que los fríos andan cediendo paso al albor de la primavera, mis desvelos se acentúan con la inusual chicharrina con que las sombras liberan la energía absorbida del sol durante el día y que asciende desde la calle colándose en la habitación. A través de la ventana circunstancialmente abierta debido al calor, llegan los cantos persistentes de los grillos que atravesando los delgados cortinajes que separan mi descanso de su ajetreo se cuelan en mis oídos con la agudeza afilada de un dardo. Son consecuencia, calor y grillos, del tan manido cambio climático que se muestra capaz de alterar también mis funciones biológicas y que alternan mi descanso con una especie de duermevela desde la que se percibe la realidad de manera trastornada, confusa, como si se tratase de un sueño.
Durante alguna de esas veladas infames, harto de rodar entre los relieves húmedos de las sábanas, cubro mi cuerpo con cualquier cosa y salgo a la noche entregado a la esperanza de que una leve brisa ponga orden en los pensamientos hastiados con que el insomnio me abastece. Y paseo un rato.
Suelo hacerlo por el parque que río arriba conduce hasta las ruinas de una antigua posada de la que apenas quedan un centenar de sillares desperdigados por el descampado y la estructura, casi íntegra, de un pozo tal vez seco, cuya espesura de boca negra no permite adivinar su profundidad. Ni siquiera la vertiginosa caída de una piedra es capaz de devolver el sonido delator de su impacto con el fondo. Profundo y oscuro como un infierno. Infinito. Allí suelo concluir mis noctámbulos paseos apurando un cigarrillo cuya colilla acostumbro a expirar arrojándola en las fauces de la siniestra negrura antes de retornar a casa.
Ocurre que en una ocasión, justo antes de iniciar el retorno, percibo un suave arrullo, una triste melodía de dulces notas que desde las sombras sesga la noche quieta. Es un canto desconsolado, claramente perceptible, que guía mis ojos en la negrura abisal abriéndose paso a golpe de lunas, entre las zozobras profundas de lo desconocido e insondable.
Como quiera que mis ojos no consiguen adentrarse más allá de la penumbra, enfiló ligero a casa a procurar la candela que permita romper la venda sobre mis ojos y regreso jadeante, pertrechado y sudoroso a la aciaga boca donde continúa la sinfonía de quejidos lastimeros.
¿Hay alguien ahí? –grito nervioso, mientras amarro el quinqué al extremo de una soga- ¿hay alguien?...
Y mi grito se sucede en una pertinaz cascada de grotescos grititos gemelos que descienden rebotando por las paredes de la oquedad hasta que se pierden devorados por la espesura.
Silencio denso, elástico, vertiginoso, desesperante… ciego.
Con angustia y lentitud desciendo la luminaria por las húmedas entrañas deshaciendo su misteriosa apariencia a medida que la luz avanza. Es profunda la sima y tenebrosa. Apenas dispongo ya de un par de metros de soga cuando dos lucecitas resplandecen más abajo. Solo de un metro cuando las luces se transforman en dos ojos inmensos, brillantes como una estrella que desde el blanco rostro de una niñita me miran desconsolados.
¡Desata el quinqué bonita! –chillo desencajado. ¡Y agárrate fuerte a la cuerda!
La noto asustada cuando obediente libera el candil y se agarra fuertemente al hilo de la esperanza.
¡Por nada del mundo la sueltes, pequeña! –ordeno. Y comienzo a tirar de la cuerda mientras el farolillo agoniza su combustible y se funde con la oscuridad del fondo.
A medida que asciende, sus facciones se consolidan alumbrándose en las platas de una luna mortecina. Su carita es un óvalo perfecto compuesto por la suma de blancos y suaves relieves que brillan desde los humedales de un mar de lágrimas vertidas inminencia de un miedo atroz. Sus labios gruesos y jugosos aparecen pálidos por el frío y tiemblan ateridos. Sus ojitos de mirada gigante y verdadera miran por dentro de los míos y se cuelan hasta el alma. Es la niña más bonita que yo haya visto jamás. También la más desvalida.
Cuando ya sus manitas de porcelana están al alcance de las mías sujeto la cuerda con una sola y con la otra me brindo hacia su ser de cristal.
Y ahora, mi niña, suelta despacio una mano y agárrate fuerte a la mía –le digo con tanta dulzura de la que soy capaz. No tengas miedo porque yo soy muy, pero que muy fuerte.
Obedece temblorosa y veo en su carita de luna reflejarse miedos profundos, temores de pecho adentro. Su manita está muy fría. Es suave y frágil, casi temo fraccionarla cuando la atrapo con firmeza
Y ahora, cariño, dame la otra –pido mientras doy libertad a la soga.
Obedece y la cuerda se pierde en las tinieblas mientras su otra manita se aproxima a la mía libre.
No se si a causa de que mi mirada anda perdida en la suya, o de la fascinante emoción con que mi alma la contempla, o a un hechizo, o al destino, o a la fatalidad que siempre me persigue; pero repentinamente su piel toma textura oleosa y sus deditos se escurren como un pez de entre los míos. Sin pestañear siquiera su carita se hace cada vez más y más pequeña. Su palidez de luna impoluta se convierte en ceniza y en sal…
Cae, cae sin remedio succionada por una fatal y violenta fuerza que la arranca con un ímpetu desmesurado de mis manos, de mi vista y de este corazón mío que se desgarra por el dolor preso de una tremenda locura que me invade el alma. Y cae, cae sin remedio perdiéndose para siempre en el profundo dolor del que provino.
Un segundo. Solo un segundo antes de escuchar el sobrecogedor impacto del cuerpo estrellándose contra el suelo pedregoso, mi mente se ilumina con una chispa de luz, con un póstumo aliento de cordura que resulta suficiente para comprender que no es ella si no yo quien tan vertiginosa caída está padeciendo.
Luego ya apenas queda nada, solo el horrible ruido del crujir de todos mis huesos contra un lecho de sombras y ese dolor intenso, punzante, que como el canto de un grillo atraviesa mis tímpanos y la razón desde la calurosa noche de una inusual, incipiente y anómala primavera.
© Miguel Veiga / 18032009
AQÜEDUCTE DE BRONCE EN LA EDICIÓN DE 2010
Con esta serie de fotos me acaban de conceder un aqüeducte de bronce en la última edición de la bienal internacional del mismo nombre. Para mí es un orgullo y un honor que se reconozca mi trabajo y que lo destaquen entre los miles de fotografías recibidas de afamados y reconocidos fotógrafos.
En este enlace podéis ver el resto de premiados en la sección papel color y en este otro la totalidad de premios y selecciones.
lunes, 12 de abril de 2010
EXPOSICIÓN EN LA UNIVERSIDAD POPULAR
Acrílico sobre lienzo.
20 X 50 cm.

Acrílico sobre lienzo.
20 X 50 cm.
Acrílico sobre lienzo.
40 X 50 cm.








